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Por qué no debes regatear los honorarios de un interiorista.- Sé lo que estás pensando, «claro, qué va a decir este, los honorarios de un interiorista son intocables». Es evidente, y el zapatero opinará lo mismo del precio de sus zapatos. Y el electricista, y el carnicero, y hasta el político. Pero voy a exponer mis razones y cuando acabes de leerlas te agradecería me dijeras qué opinas al respecto. El trabajo de un interiorista, y más genéricamente el de cualquier profesional que se mueva en torno a la creatividad como concepto, nunca debiera compararse con otro tipo de transacciones mercantiles más —digamos— «medibles». Me explico.

Es difícil conocer el valor absoluto de las cosas. ¿Cuánto vale hoy en día la Torre Eiffel? ¿Lo que costaría realmente construirla o los ingresos que genera anualmente? ¿Cuánto vale —o debería valer— la vacuna del Ébola? ¿Tiene que ver con lo que cuesta realmente la investigación referente o más bien con el «valor» de las vidas que salvaría? En cualquier caso sería difícil de calcular. Sin embargo podríamos obtener una orientación de valor relativo si decimos que la Torre Eiffel es mucho más valiosa en términos turísticos que la Catedral de Valladolid; o que la vacuna del Ébola tiene mayor valor humanitario que un medicamento contra la alopecia, «enfermedad», dicho sea de paso, que obtiene una atención infinitamente mayor por parte de la industria farmacéutica.

Como hemos visto, el ser humano ha solventado la imperiosa necesidad que tiene de conocer el valor de las cosas mediante la técnica de la comparación. El problema que genera esta práctica es que, en ocasiones, cuando mezclamos churras con merinas el resultado obtenido desvirtúa completamente la realidad, otorgando excesivo valor en algunos casos y un valor deficiente en otros.

Todo precio está inexorablemente asociado a unos atributos y solo debemos comparar dos precios cuando los atributos son iguales cuantitativa y cualitativamente. En caso contrario tendríamos que desglosar el precio por atributo y comparar solo uno por uno. Pero esto no siempre es posible, en ocasiones hemos de confiar en el profesional de turno que ni siquiera explica su oferta porque, precisamente, eso es lo que le conviene, que lo comparen únicamente en precio ya que esa es la única carrera que puede ganar sin que se le descubran las vergüenzas. Moraleja, debemos aprender a comparar.

Opta por un presupuesto ‘inferior’, pero nunca regatees

En cualquier caso, como cliente, en alguna ocasión te habrás visto en la obligación de comparar el precio de dos productos o servicios. Supongamos que hablamos de los honorarios de un interiorista, que los atributos de ambos son idénticos —o no, allá tú—, que comparas dos presupuestos, el ‘A’, de menor importe, y el ‘B’, de mayor importe, y que te inclinas por las razones que sean por el ‘B’. Pero claro, no estás dispuesto a pagar lo que te piden y decides presionar al interiorista —¡Error, deberías haberte quedado con el ‘A’! Ahora obtendrás un peor resultado y encima pagarás más por ello.

En cierta ocasión alguien me dijo que «en un trabajo remunerado económicamente solo hay una manera de expresar agradecimiento, con dinero». He de decir que no estoy de acuerdo al 100% con la afirmación pero sí encierra una gran verdad. Si en una transacción mercantil no existe una aceptación total de las partes en el intercambio económico, la satisfacción general y la calidad final percibida nunca serán óptimas. Pero hay más, es tal la importancia de este concepto en el diseño que los resultados reales obtenidos dependen directamente de ello.

Honorarios de un interiorista. Proyectos de Interiorismo Comercial. Iván Cotado Diseño de InterioresEl proceso de diseño, y por ende el trabajo de un interiorista, se desarrolla de forma progresiva y se apoya en un diálogo bidirecional permanente entre el cliente y el interiorista. Esto es vital. Si el interiorista de turno no menciona este detalle de forma que puedas catalogarlo de «pesado» cambia de interiorista incluso antes de que te pase presupuesto de honorarios.

A lo largo de este proceso de intercambio de información surgen planteamientos, sugerencias, muestras, nuevos conceptos, descubrimientos… que van alimentando el proyecto de interiorismo y nutren de una u otra manera, en mayor o menor  medida, el resultado final, cuya calidad crecerá, sin duda, de forma directamente proporcional a la riqueza del mencionado intercambio de información. Esto ocurre siempre, independientemente tanto del talento y profesionalidad del interiorista como de la claridad de ideas del cliente.

En decir, la calidad final de un proyecto de interiorismo no solo depende del talento del interiorista, sino también del proceso de desarrollo del mismo. Y ahora, como cliente que eres, te hago una pregunta:

—¿Cómo crees que influyen en ese desarrollo del proyecto de interiorismo los honorarios que el interiorista cobra por él? —Yo te lo diré. La influencia es capital y directa. Pero no por los honorarios en sí, sino por el efecto sensorial, positivo o negativo, que generan.

Cualquier profesional, y en este caso cualquier interiorista, cobra por sus servicios lo que cree que valen, independientemente de que tú lo consideres justo o no. Ahora supongamos que tu presión ha hecho efecto y consigues contratar al interiorista del presupuesto ‘B’, el de mayor importe, rebajando sus honorarios hasta el nivel ‘A’ o ‘A+X’.

Si no hay ilusión, el proyecto se quedará en algún lugar intermedio, probablemente en una buena solución, pero nunca llegará a la excelencia.

Lo que habrás logrado con esto, aparte del evidente ahorro económico, es mermar la ilusión y satisfacción de un tipo de profesional que utiliza estas emociones como herramienta de trabajo. El proceso relacional de intercambio del que hablábamos anteriormente se cimenta precisamente en esa satisfacción personal, en una ilusión por lograr el más óptimo de los resultados. Sin ese sentimiento, probablemente, el imprescindible diálogo finalizará antes de lo recomendable. Sin esa satisfacción plena —y digo satisfacción, no $— no existiría, por ejemplo, el Guggenheim, existiría algo similar—me atrevo a decir que peor—, pero no igual. No existiría la Torre Eiffel tal como la conocemos, ni Van Gogh habría pintado Los Girasoles, ni Spiegelman habría gestado Maus, etc.

Decenas, cientos, miles… de ideas se desechan antes de que llegue la solución genial, la que te hará feliz, exitoso… o rico. Si no hay ilusión, el proyecto se quedará en algún lugar intermedio, probablemente en una buena solución, pero nunca llegará a la excelencia, al punto donde podría haber llegado en un escenario ideal. Es importante reseñar que esto no depende del talento del interiorista sino que dado un interiorista determinado con una experiencia y conocimientos determinados, este será capaz de llegar más o menos lejos en el desarrollo de un proyecto concreto dependiendo de forma directa de su satisfacción con el intercambio mercantil.

Nuestros honorarios son públicos y transparentes. Sabemos lo que cuesta llegar a un trabajo bien hecho. Si no te lo cobráramos… no llegaríamos.

Y ojo. Sé bien que este artículo es muy apto para tergiversar o malinterpretar el contenido. NO estoy diciendo que la ilusión o la satisfacción de un profesional con un intercambio mercantil dependa única y exclusivamente del presupuesto económico. No, ni mucho menos esto es así y para nada es lo que quiero decir. En ocasiones hemos trabajado sin contraprestación económica alguna, de hecho ahora mismo lo estamos haciendo en un proyecto concreto, y lo hacemos con un ánimo insuperable. Pero cada uno pone el corazón donde cree, y se ilusiona con las cosas que se ilusiona. Las metas, sensaciones y objetivos son particulares y cada cual decide ponerlos donde le parece adecuado. Cuando alguien, de forma externa, presiona sobre esta posición y la desplaza está condicionando las expectativas y el resultado final.

Mi recomendación es que no lo hagas, si tu filtro ha de ser exclusivamente el precio opta por el que se adapte a tu presupuesto, pero no intentes modificar los honorarios de un profesional que se dedica al diseño porque te estarás perjudicando.

Ahora sí. Ahora me encantaría que me dijeras cuál es tu opinión. Puedes hacerlo en los comentarios o respondiendo directamente al tuit de abajo. Gracias.

Imagen: Andrés Nieto Porras (CC)

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