«Si algo se te da bien, no lo hagas gratis». El Joker. Estoy más que convencido de que en este post os reconoceréis todos aquellos que, a nivel profesional o en fase de aprendizaje, hayáis elegido dedicar vuestra vida laboral a ciertas doctrinas relacionadas con la prestación de algún servicio.
Es decir, aquellos que vendéis tiempo. Aquellos que intercambiáis intelecto, experiencia, que vendéis creatividad e ideas que casi todo el mundo valora como imprescindibles para mejorar el mundo que habitamos aunque, en muchos casos, no estén dispuestos a pagar por ellas.
Dicho esto, resulta contradictorio que a pesar de otorgarle valor abunde el personaje que, aprovechándose de algún lazo de conexión, solicita nuestros servicios de forma desinteresada, haciendo gala de un desprecio hacia nuestra profesión que roza la mala educación.
De la misma forma que el carnicero de la esquina comercia con carne y a nadie se le ocurre, por mucha amistad o relación que exista entre las partes, solicitar sus productos gratuitamente, los Diseñadores de Interiores y demás profesionales similares comercian con talento, dedicación y tiempo, y sin embargo ese descaro y ausencia de consideración hacia nosotros y nuestra profesión es bastante habitual.
Los interioristas, igual que el carnicero, pagamos impuestos, pagamos a nuestros proveedores, pagamos a nuestros empleados, pagamos nuestros préstamos al banco y, por si alguien pensaba lo contrario, también tenemos la mala costumbre de llevarnos una nómina a casa cada final de mes.
Ahora me dirijo a los noveles, sobre todo a aquellos que todavía estéis estudiando, porque los más experimentados seguramente ya estaréis de vuelta respecto a lo que aquí estamos tratando.
Nunca trabajes gratis. Y cuando digo Nunca quiero decir Nunca.
Si accedes a ello piensa que tú mismo estarás restando valor a tus servicios. Tú mismo estás desprestigiando tu talento de tal forma que si tú no te valoras ¡Cómo quieres que te valore el resto!
Razones para contratar a un Diseñador de Interiores hay muchas, pero la persona con más aprecio por tu tiempo, respeto y reconocimiento hacia tu propio talento debes ser tú mismo si quieres que esa consideración hacia lo que haces trascienda al resto.
Si no lo haces contribuyes a desmerecer tu producto, y hoy en día casi todos estamos dispuestos a pagar por aquello que ofrece calidad y prestigio. De tal forma que prestando tus servicios sin la retribución merecida estarás tirando piedras contra tu propio tejado.
Si te ha gustado este post te gustará esta infografía sobre la venta de servicios «ilusorios» en el blog del Emprendedor Primerizo. Para no perderte ningún post te recomiendo suscribirte a este blog.
Tras casi 4 años dedicándome a la imagen corporativa por cuenta propia con mi propio estudio, he llegado a la conclusión definitiva de que «Nunca, nunca, nunca trabajes gratis no siendo para tu madre o aquel amigo que nunca te dejaría en la estacada» (bueno este último es precisamente el que nunca te pide que trabajes gratis)…
Ya no es que lo gente no te lo valore sino que incluso llegan a buscar y rebuscar el fallo por todas partes y aún por encima se asientan en lo gratuito, quiero decir que siguen aprovechándose y tratan de no cerrar el trabajo de manera que te encuentras en una especie de mantenimiento continuo y al final para zanjar la situación te tienes que poner muy desagradable.
En el caso de los que nos dedicamos a la comunicación gráfica, es usual además el que te pidan cosas aparentemente pequeñas sin que les cobres, amparándose en justificaciones como que «lo hace el programa». A todos los que se dedican como yo a esta profesión les aconsejo que cobre absolutamente todo, por que como bien tu dices a mi no se me ocurre decirle al carnicero que me de algo gratis; como mucho le pediré amablemente siempre (algo que nunca hacen con nosotros) que me la corte o limpie de determinada manera.
Un saludo.
Gracias por dejar tu comentario Alberto. Me alegra que lo tengas así de claro, te evitarás problemas en un futuro.