Durante años, Iván pasaba por delante de este local camino de la universidad.
No podía evitarlo: lo miraba como un futuro proyecto.
Hoy, ese deseo se ha hecho realidad. Y lo ha hecho mirando al mar, con una mirada nueva y profundamente EStratégica.
«A veces, lo más rentable no es empezar de cero… sino volver a mirar con otros ojos.»
La cafetería se abre al exterior en tres de sus cuatro costados, convirtiéndose en un auténtico mirador sobre el Atlántico. El nuevo diseño se pone al servicio de esas vistas, ordenando el espacio con elegancia y dejando que la luz, el mar y la vida que pasa al otro lado del cristal sean protagonistas.
El proyecto no busca borrar el pasado, sino reinterpretarlo. Se respetan elementos originales como la barra central de mármol blanco, restaurada con cariño, y se introducen otros con un lenguaje más cálido, honesto y actual. La gran mesa corrida en planta baja rompe con el esquema tradicional de cafetería y genera una sensación de salón compartido, rodeado de vegetación, lámparas de mimbre y texturas naturales.
El mobiliario combina piezas nuevas con elementos recuperados, todos armonizados en una paleta amable de tonos neutros y madera clara. La estructura metálica lacada en bronce oscuro aporta contraste, ritmo y profundidad. Y una ligera cortina de lino en tono crudo insinúa —sin dividir— las zonas de cocina y barra, aportando calidez y funcionalidad.
Algunas mesas se visten con granito negro Cheyenne, un material resistente y con presencia, que además aporta textura. Y desde el exterior, el botellero retroiluminado de chapa deployé en bronce oscuro actúa como reclamo visual, atrayendo miradas y un aire renovado además de una gran funcionalidad para los camareros.
¿Y la luz? Medida. Pensada. Controlada.
En un local con tantos ventanales, una iluminación mal resuelta puede arruinar la experiencia. Por eso, aquí se ha trabajado con precisión: una atmósfera envolvente y agradable durante el día, y una iluminación interior controlada al detalle por la noche para evitar reflejos y mantener siempre el confort visual.
La mesa central recibe luz puntual y escénica. La barra alta se ilumina con lámparas de sobremesa que equilibran la escena. Y en la terraza, una gran lámpara Jaima de Marset corona la mesa circular más privilegiada, aportando calidez en esas noches que se alargan frente al mar.
El exterior refuerza esa continuidad con la naturaleza del entorno: jardineras llenas de plantas marítimas bordean la fachada y conectan visual y emocionalmente con la ensenada de Orzán.
Tira do Playa no ha perdido su esencia. Solo ha encontrado una nueva forma de contarla. Hoy es más cálido, más elegante, más funcional.
Y sobre todo, más memorable.
¡Larga vida al Tira do Playa!
Fotografías realizadas por Héctor Santos-Díez.