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Casa Farnsworth de Mies van der Rohe (1950). Fuente: Wikipedia.

Casa Farnsworth de Mies van der Rohe (1950). Fuente: Wikipedia.

Hemos llegado a un punto en el cual el camino cobra más importancia que la meta o resultado final. Cuanto más complicado sea el recorrido parece que la llegada a puerto más se disfruta y más ensalzamos al caminante. El gran Mies van der Rohe acuñó el mítico «less is more» o “menos es más” ya hace muchos años. Recientemente leyendo a Alberto Campo Baeza, en relación a la archiconocida cita del «maestro» Rohe, comentaba que la luz es el material más hermoso, lujoso y rico con el que contamos en arquitectura. Según él tiene un problema… es gratuita y está al alcance de todos. De ahí que no se valore en su justa medida y muchos arquitectos o diseñadores no la estudien o trabajen lo suficiente en sus proyectos y por consiguiente carezcan de conocimientos sobre el buen uso de la misma. Baeza es conocido en el mundo de la arquitectura como el arquitecto de la luz, puesto que en todas sus obras adquiere un papel protagonista. Al igual que Rohe acuñó su propia cita y el «lees is more» ha sido emulado con su conocido «light is more«. Ambas reflejan una ideología clara y concisa, que busca por encima de todo el mejor resultado, el óptimo… empleando para ello los menos medios posibles, los más a mano, los más simples y no por ello de menos valor.

En la actualidad, de todos es sabido que Alberto Campo Baeza, al igual que Mies van der Rohe en su época, es uno de los arquitectos españoles de más prestigio y mejor valorados por la crítica y lo más importante, por sus compañeros de profesión. Seguramente pueda alcanzar una variedad de posibles encargos y proyectos con unos presupuestos astronómicos que a otros muchos nos nublarían la vista. A pesar de ello resulta curiosa la «humildad» de sus trabajos. Podría permitirse “casi todo” y trabaja con un material, un acabado, un elemento que aún al alcance de todos, muy pocos emplean como él, obteniendo tan buenos resultados empleando la simpleza por bandera.

Sin lugar a dudas, para los jóvenes entre los que me incluyo, Baeza es un claro referente. No solo por su envidiable trayectoria y enormes logros. Su arquitectura es un claro reflejo de que el resultado final debe estar por encima de cualquier otra cosa, bien sean medios técnicos, materiales o presupuestarios, anteponiendo a los mismos y en todo momento el talento como proyectista. Justificando y demostrando una vez más que la arquitectura solo entiende de buenas ideas, de buenos y malos proyectos, de buenos o malos resultados. Que unos medios concretos, cualesquiera que sean, no garantizan un buen resultado sin la dosis adecuada de talento y amplio conocimiento sobre la materia en la que se trabaja. Que la arquitectura, como la vida misma, da y quita razones y pone a cada cual en su lugar. Y el lugar de Alberto Campo Baeza es el que su talento como arquitecto le ha otorgado, eso y solamente eso.

Podríamos esperar de él que dirigiese un estudio gigantesco y que su vida fuese un continuo trajín de viajes y demás. Esa es la vida que cabría esperar de un arquitecto de su nivel. Sin embargo, presume de su estudio de solamente 3 personas y de ir caminando, no tiene coche, todas las mañanas a la Escuela de Arquitectura de Madrid de la cual es profesor de Proyectos. Tampoco tiene televisión, ni reloj, ni teléfono móvil y se declara un apasionado de la poesía.

Para desarrollar buenos proyectos, no es necesario un estudio colosal, ni ser un arquitecto o diseñador de interiores mediático tan de moda en el lamentable panorama televisivo actual. Para ser un buen arquitecto, un buen proyectista, hace falta una considerable dosis de talento, conocimientos y como en casi todos los gremios, trabajo y constancia.

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