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Interioristas, los honorarios junto al corazón Hace algunos años, cuando subimos al blog la 1ª edición de nuestra Guía de Fases y Honorarios para Proyectos Comerciales, me atrevía a afirmar sin pudor alguno que éramos el primer y único estudio de interiorismo del mundo que hacía públicos sus honorarios de manera clara y absoluta. No hemos tenido mucho tiempo para revisarla, tan solo va por la 2ª edición, pero lo realmente sorprendente es que después de tanto tiempo pueda seguir afirmando lo mismo: somos el único estudio de interiorismo del mundo cuyos honorarios son públicos, al alcance de cualquiera, aquí, en este mismo blog.

He de reconocer que no he peinado Google en busca de similares ejercicios de transparencia, entiendo y asumo que ni hemos sido los primeros ni los únicos —por suerte—, tan solo es una forma de hablar. Valga la afirmación simplemente como reclamo y constatación de una situación descriptiva e injusta para el cliente.

La estrategia comercial de cada uno es particular y obedece a un plan definido, la mía también desde luego, pero en una profesión que tradicionalmente, e injustamente, ha sido enclavada dentro del sector del lujo, no se entiende que la gran mayoría de profesionales hayan «ocultado sus honorarios», sobre todo cuando más de uno desmontaría de un zarpazo tan desubicada atribución —y que bien nos vendría.

Y es que tanto si hablamos de interiorismo como si hablamos de arquitectura, ambos comparten rumbo en este viaje, si somos profesionales sensatos nunca pensamos en opulencia, en exclusividad o en derroche. Pensamos en soluciones, rentabilidad, viabilidad, sostenibilidad… Tiene sentido ocultar honorarios en el primer segmento, sin embargo, han de encabezar la marcha en el segundo.

¿Por qué la mayoría de interioristas ocultan sus honorarios?

Guía de Fases y Honorarios. Proyectos de Interiorismo Comercial. Iván Cotado Diseño de Interiores Actualización: la primera edición de esta guía se publicó en 2013. Ya llovió. No hemos seguido actualizándola porque ya no la consideramos tan necesaria como en aquel momento. A pesar de que seguimos sin observar muchos pasos en favor de la transparencia del sector.

Obviamente, elimino el mal fondo como razonamiento general para el «ocultismo». La sociedad es, en general, bienintencionada. Y un colectivo que trabaja para buscar mejores soluciones al espacio habitable no puede ser, sino, de buen material interno. ¿Cuál será pues el razonamiento lógico que ha llevado a tanto profesional y durante tantos años a esconder, hasta el último momento, lo que cuestan sus servicios? ¿Qué razón de peso tiene un profesional para no poner su precio en el escaparate?

Hace unos meses visitaba Centroamérica y comentaba este tema con colegas de profesión. Me contaban que por allí hablar de honorarios estaba bastante mal visto. De poco gusto vamos. Cuestión de cultura y costumbres, ni más ni menos. Pero aquí nadie tiene reparos desde hace tiempo en preguntar, comparar e incluso en exigir buen precio ejerciendo presión en referencia a la competencia. No es cuestión de cultura pues, y las costumbres en este sentido han evolucionado bastante por estos lares.

Eliminadas las malas intenciones, la cultura y las costumbres, solo me queda un aspecto que analizar: el alto precio del interiorismo frente al valor real percibido por el cliente. Y aquí radica, a mi entender, la gravedad del asunto.

Posiblemente, el interiorismo que ofreces carece de valor real.

¿Es posible que el interiorista se avergüence de sus honorarios, que no crea en sí mismo ni en el alto valor del servicio que ofrece? ¿Es posible que sus honorarios estén por encima del valor que confiere al propio interiorismo? Si es así quizá esté en lo cierto, es posible que el interiorismo que ofrece carezca de valor real. Pero no el interiorismo, sino su interiorismo.

Es cierto que no se suele hablar de dinero en el sector del lujo. Futbolistas y políticos, entre otros, suelen esconder sus sueldos para no caer en el socorrido «mal gusto». Y no les falta razón, lo suyo sí que es de mal gusto. Aunque yo diría más bien que es inmoral, no el hecho de hablar de sus nóminas sino sus nóminas en sí. Pero no ocurre lo mismo, al menos no debiera ocurrir, en el resto de la sociedad, donde hablar de presupuestos y honorarios es sano y prioritario.

Por tanto, entiendo las posturas opacas cuando hablamos de exclusividad, no cuando enfocamos el interiorismo como un servicio que facilita al cliente soluciones a situaciones imperfectas. Diseño espacios comerciales que ayudan a empresarios a vender más y vender más a menudo, ¿cómo podría hacerlo sino siendo transparente y consecuente con mi propio negocio, el interiorismo?

Un negocio es, por definición, un trato entre dos o más partes en el que todas las partes implicadas ganan. El cliente gana, obtiene un servicio o producto de valor que le hará prosperar, hará que su día a día mejore en ergonomía, incluso en salud, que consiga desarrollar su negocio, o su vida, en un espacio bien aprovechado, siendo más eficiente, consumiendo la menor cantidad de energía posible, colaborando en la transmisión de un mensaje corporativo, en comodidad y confort, haciendo que el espacio aparezca bello con la mínima intervención posible, provocando disfrute y felicidad… porque como decía aquel sabio, «la belleza espacial hace que se me erice el bello». El cliente gana contratando interiorismo.

El cliente gana, luego el interiorista gana, y así debe ser. ¿Qué hay de malo en ello? Si alguien quiere comprar interiorismo, ¿no crees que la mejor opción para vender interiorismo es contarle lo que vendes con todo detalle? Y dentro de esos detalles, ¿qué razón de peso hace que no incluyas tus honorarios desde el primer momento?

Acláramelo por favor, porque después de desechar la opacidad malintencionada, la cultura, las costumbres y la vergüenza provocada por un engaño al vender infravalor, no encuentro razones para no grabar tus honorarios en el pecho, junto a tu corazón.

Imagen: Chesi – Fotos CC bajo licencia CC

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