LaMaskerida surge como un pequeño laboratorio gastronómico, con el espíritu y el cariño de la cocina vasca de siempre, y la creatividad de hoy.
El concepto bucea en las profundidades de la cultura donostiarra y sus productos de calidad, inspirándose para su identidad en la ciudad, en iconos como Chillida y en el omnipresente mar Cantábrico.
Un restaurante diferente en la cuna de los restaurantes diferentes
Diseñar restaurantes siempre es un reto por la multitud de variables que entran en juego para que este tipo de negocios funcione. Y cuando lo que haces es INteriorismo EStratégico, que el negocio funcione es el primer objetivo a cumplir.
Si además de esto, estás diseñando un restaurante en la cuna española de la gastronomía, el reto es, si cabe, mayor. Y si tu cliente, el promotor, es a su vez el propietario de uno de los restaurantes con más solera de la ciudad, que además se encuentra en la misma calle, pues el reto se convierte en un trabajo maravilloso.
Pero hay más todavía, la superficie con la que contaba el espacio era muy reducida, cuestión esta que, como ya sabréis, nos encanta porque desafío es siempre superlativo.
Su hermano mayor con solera, La Bodega Donostiarra, es de sobra conocido en la ciudad. Pero teníamos que buscar una diferenciación para LaMaskerida de Gros que nos permitiera abarcar un target sensiblemente diferente, sin ‘robarle’ clientes a la familia. La primera decisión que tomamos, dada también la reducida superficie, es derivar el diseño hacia una estética más perfilada, más vanguardista, donde la cocina sea muy protagonista. De hecho, es lo primero que veremos al entrar en el restaurante.
La angosta superficie del local en planta baja, apenas 30m² de sala, hacen que el concepto pueda desarrollarse con una cocina más fina e innovadora, con la técnica muy presente, de ahí la vista a la cocina. Es necesario una pulcra organización del espacio, permitiendo mesas con diferente número de comensales y una alta flexibilidad para su organización según las necesidades del día a día.
Nada más entrar nos encontramos una pequeña barra de pase, que genera el acceso frontal a la pequeña cocina y genera dos zonas, un espacio para camareros y una pequeña barra, cercana e informal, para tomar unos pintxos en la zona de entrada. Además, esta barra de pase, por aquello de aprovechar el espacio al máximo, acoge un pequeño banco que da paso a la zona de ‘comedor’.
La funcionalidad de un restaurante es básica, y más cuando contamos con tan poca superficie. La cocina que vemos en este espacio es también una cocina de pase, y se apoya en otra situada en la planta inferior. El trabajo de los camareros se desarrolla y organiza en la propia sala, para lo que se disponen dos pequeños muebles de apoyo diseñados ad hoc, que evitan duplicar flujos y minimizan el espacio necesario para la operativa.
En cuestión de identidad de marca, hay dos grandes ejes sobre los que gira el proyecto de LaMaskerida: el mar y la sostenibilidad. Dos grandes conceptos que en realidad se funden en uno: respeto. Un hecho que en realidad tiene muchos significados, como el amor por San Sebastián. Porque amar es respetar. Y porque San Sebastián no se entiende sin su íntima relación con el mar.
Esta idea de respeto por el mar y por el planeta no se imprime de forma literal en el restaurante, sino que se va conformando a través de sensaciones generadas con el significado y la procedencia de los materiales, el tacto de los acabados o la incidencia de la luz a través de ellos.
Recordando el Peine del Viento, revestimos algunas paredes en acero corten, con un despiece geométrico inspirado en Chillida. El paso del tiempo dibujará en el acero el encanto del apego a las cosas bien hechas que perduran y nos gusta mirar cómo envejecen. Sobre el acero, una composición de espejos gris oscuro amplia el espacio visual.
El mobiliario, diseñado ad hoc para aprovechar al máximo el espacio, se fabrica en madera náutica alistonada.
El revestimiento frontal de la barra, en hormigón oxidado, se compone en escamas, inspirándose en el producto principal del restaurante: el pescado. En el suelo, recordando los tonos de la ciudad, un revestimiento artesano de hormigón. Y en el techo se ofrece el toque distintivo y más representativo del proyecto: más de 2.000 cabos marítimos recuperados por LimpOcean han servido para aportar escala y personalidad a este restaurante.
La paleta cromática del local bebe de las mismas influencias, colores del mar y de la ciudad envuelven el espacio de manera armónica y son los elementos de mobiliario y barras las que se tiñen de color. El objetivo en este caso es generar impactos de marca que personalicen la experiencia y fomenten el recuerdo una vez el cliente visita el negocio. Porque lo importante no es que vengan, sino que vuelvan.
En definitiva, diseñamos un restaurante en la principal calle hostelera de Donosti, que desafía a su propia superficie con ingenio, una fuerte identidad de marca y un cálido respeto por su entorno y la calidad, de producto y servicio.
¡Larga vida a LaMaskerida de Gros!
Fotografías realizadas por Iñaki Caperochipi.