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Una semana en New York da para mucho. Tuve el placer de disfrutar de la Gran Manzana durante la última Semana Santa y desde entonces no he dejado de pensar en la experiencia que hoy te voy a contar. Te hablaré de seguridad, de suciedad, de música… y de diseño. ¡Claro! Esto es un blog de diseño. Pero sobre todo te hablaré de lo equivocados que estamos cuando nos jugamos toda nuestra vida a la carta del talento. Seas empresario, interiorista, arquitecto, ingeniero, artesano, carpintero —que diría Elsa Baeza—, si solo tienes talento, no tienes nada.

Robert Finley en directo

‘Si solo tienes talento, no tienes nada’

Mi semana en tierras americanas me lleva a dos conclusiones. La primera, la que ya te he contado. Que el talento por si solo no hará que tengas éxito. Nosotros en el estudio solemos decir que «el producto es lo de menos, si es bueno». Ya se lo adelantó el insigne Julio Iglesias a un incipiente Bertín Osborne: «para triunfar querido Bertín, has de tener talento y 1.000 cosas más. Y son precisamente esas 1.000 cosas las que harán que triunfes o no».

La segunda conclusión que obtuve es que si como españoles tenemos algún complejo en cuanto al diseño o la arquitectura, se te quita cuando viajas. Tenemos un nivel francamente alto.

New York Vs. Ciempozuelos

New York es la hostia. Es punta de lanza en diseño, estética, cultura, arquitectura, gastronomía, vanguardia… He disfrutado como un niño visitando iconos arquitectónicos como el Guggenheim de Wright, me he hecho pequeñito ante los Pollock, Warhol, Picasso, Van Gogh… en el MOMA, me he divertido en Tribeca y Meetpacking District con sus espectaculares tiendas… El skyline de Manhattan que tantas veces había visto en pantalla te acongoja en directo desde el puente de Brooklyn… En definitiva, la hostia. De verdad, un viaje que no hay que dejar de hacer. Pero esto no es un blog de viajes, sino de diseño y negocios.

Y hablando de negocios y de tiendas espectaculares… he visto de todo. He visto locales de hostelería que en España no durarían abiertos una mañana. Cualquier inspector de sanidad fibrilaría nada más cruzar el umbral de la puerta de entrada —hace poco me comentaba un cliente que estuvieron a punto de cerrarle el restaurante por tener en un momento dado una caja de cartón apilada en la entrada, ¡con el restaurante cerrado!—. Por no hablar de la accesibilidad o instalaciones de seguridad que en la gran mayoría de casos brilla por su ausencia. Quizá este sea uno de los motivos por los que las sirenas de los camiones de bomberos y ambulancias en la ciudad son el sonido más reconocible de esta. ¡New York es atronador! La contaminación acústica es uno de los problemas más graves de la ciudad.

Podría extenderme, y mucho: el penoso estado del metro, la suciedad en las calles, la decadencia del aeropuerto JFK, que en algunas zonas es una verdadera ratonera de no más de 2,40 metros de altura, prácticamente sin mecanismos de emergencia y unas condiciones de salubridad muy lejanas de las que gozamos «en casa». Y es que muchas veces para poner en valor lo nuestro tan solo hay que salir y ver el resto. Hoy en día en España somos vanguardia en muchas disciplinas. Sin ir más lejos: diseño, arquitectura y gastronomía, por poner ejemplos que conozco bien.

El talento y los negocios

Y con esto me lanzo al siguiente punto, sobre negocios, música y talento. Porque como muchos sabéis, entre bocetos, platos e instrumentos andan mis mayores pasiones.

Me encanta la música. Sobre todo la música en directo. Y en esto, New York también es la caña. Durante una semana visitamos clubes de jazz con cantantes amateur, que escuchando a estos no alcanzo a imaginar cómo sonarán los profesionales. Vimos a Rogue Wave y sobre todo, una de las experiencias que más disfrutamos, fue el brutal conciertazo de Dan Auerbach en la impresionante sala Brooklyn Steel.

En cultura musical y todo lo que conlleva sí que estamos a años luz, y no solo de los americanos, sino de muchos otros. Impresiona el respeto con el que el público disfruta de la música en directo. Van a los locales a escuchar música, no a charlar y beber con música de fondo.

Los músicos que Auerbach lleva en su gira son flipantes y el sonido que consiguen es sublime. La perfección sobre un escenario. Pero no voy a hablar de ellos, ni tan siquiera de Auerbach, sino de la aparición más que estelar de un colaborador que a mitad de concierto irrumpió en el escenario. Con la sala expectante y en completo silencio, creo que por unos instantes consiguió pararnos la respiración a todos.

¡Robert Finley! —creí escuchar en la presentación.

Nadie lo conocía. Poco después descubriría el porqué.

Pero esto, querido amigo, es harina de otros costal y fruto de otro post.

¿Por qué? porque últimamente he observado que no te gusta leer artículos muy largos. Así que la conclusión sobre el talento que me enseñó el mismísmimo Robert Finley en persona te la contaré la semana que viene. Y si te pasas por aquí igual hasta te enseño el vídeo del directo en cuestión 😉

Un saludo amigos.

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