La historia es injusta con los genios del diseño.- Las vacaciones están llegando a su fin y la cabeza, de forma autónoma e inconsciente, ya se ha puesto a pensar en los diferentes proyectos, encargos y detalles pendientes que han quedado encima de la mesa y que en pocos días retomaremos.
¿Cuáles son los proyectos más importantes en los que trabajaremos a la vuelta? Esa es la pregunta que me acabo de hacer y en base a ello ha surgido otra ¿Cómo se mide el diseño? ¿Cómo medimos la envergadura de un proyecto?
De todos es sabido que los grandes diseños de la historia destacan por su simpleza, de ahí su genialidad, dicho esto… se me antoja una compleja respuesta.
La rueda, la lavadora, la rampa, el ascensor, ¡¡¡una ventana!!! La vida tal y como hoy la conocemos está repleta de invenciones geniales y diseños que, a pesar de su simpleza, resuelven situaciones cotidianas que antes de su llegada suponían mayores esfuerzos, dificultadas o incomodidades de diversa índole.
El buen diseño no entiende de economía.
Avanzamos a velocidades imposibles de medir y sería muy osado por mi parte aventurarme en una predicción futurista. ¿Cómo evolucionarán los móviles, los ordenadores, los vehículos? ¿y las casas? Dudo que alguien lo sepa. Todas ellas preguntas de imposible respuesta, o al menos compleja, pero cuyo fin no es el motivo de este post.
Me gustaría hacer una reflexión sobre la «medida» del diseño, sobre la importancia de un proyecto, ya sea arquitectónico o de cualquier otra índole ¿Qué ha sido más importante para la historia, el diseño del Guggenheim o el primer diseño de una silla? ¿El diseño de la máquina de escribir o la primera cerradura con llave? ¿La televisión o el lavavajillas? ¿La fibra óptica o la electricidad? ¿El hormigón o la resina epoxi? ¿El taladro o un cubierto? ¿Un martillo o la tijera? Etc, etc, etc.
La historia de la humanidad está repleta de grandes genialidades que por habituales o de poco “calado”, principalmente económico, a menudo no valoramos en su justa medida desde el punto de vista del diseño.
Con frecuencia las portadas de los diarios, las redes sociales y los blogs especializados nos presentan los últimos proyectos arquitectónicos, los últimos avances tecnológicos o el último reto en ingeniería. Pero qué sería de nosotros si estas vacaciones hubiésemos tenido que acarrear con nuestra maleta porque a nadie se le hubiese ocurrido ponerle ruedas, una actualización del diseño relativamente frecuente y que sin lugar a dudas nos ha cambiado la vida. Como esta, se me ocurren un ciento más y con la misma repercusión o reconocimiento por nuestra parte. Es decir, ninguno!!!!
Pienso que el buen diseño no entiende de economía, no tiene en cuenta la repercusión y carece de vanidad. El buen diseño es tremendamente humilde. Debemos aprender a medir nuestro trabajo, los proyectos a los que nos enfrentamos con otro rasero, sin lugar a dudas más cabal y con fundamento.
Nuestro mejor proyecto no tiene que ser el más caro, el más faraónico ni el que más carga de trabajo nos suponga. Una genialidad puede ser cuestión de segundos, de muy bajo coste y a pesar de ello pasar a la historia llegando a formar parte de nuestro día a día gracias a las enormes ventajas o situaciones que soluciona o facilita.
Mira a tu alrededor, estamos rodeados de ellas, así que a partir de ahora piensa en los genios que se esconden tras el diseño o concepción de los mismos. En la mayoría de casos la historia habrá sido injusta con ellos.
Imagen bajo licencia CC de Matthew Wilkinson en Flickr